Juan Crisóstomo. San
       [924](349-407)

 
   
 

 

     Doctor y Padre de la Iglesia. Influyente por su estilo oratorio y de gran eco en la Iglesia primitiva.

     1. Vida

    Nació en Antioquía de Siria (hoy Antakya, Turquía) en fecha incierta, entre el 344 y el 354. Estudió oratoria con el retórico griego Libanius y actuó en sus años juveniles como jurista.
    A los 18 años se puso bajo la tutela de Meletius, obispo de Antioquía. Este le envió a una escuela monástica y poco después le bautizó. Se entregó a una intensa ascesis como monje durante seis años, pero luego regresó a Antioquía.
    Fue ordenado Diácono el año 381 por Meletius y sacerdote en el 386 por el obispo Flaviano I, que sucedió a Meletius. Pronto llamó la atención por su elocuencia y su sensibilidad espiritual que atraían poderosamente a los fieles.
    Comenzó una carrera de predicaciones continuas que le llevaba de ciudad en ciudad con el general aprecio de todos los oyentes, que pronto le apellidaron el de la "boca de oro" (crisos, oro y tomos, boca).
    En el 398 Arcadio, emperador del Oriente, le nombró patriarca de Constantinopla. Pero su popularidad y la austeridad de su vida, que incitaba a una intensa reforma moral, suscitaron la animadversión de la Emperatriz Eudoxia, esposa de Arcadio, y de Teófilo, Obispo de Alejandría, entre el 385 y el 428.
    Se le desterró de la capital el 403 y regresó para ser desterrado de nuevo el 404 a las zonas desérticas de las montañas Tauro. Allí se entregó a la catequización de los nativos persas y vándalos logrando notables conversiones, aunque murió en una de sus misiones.
    Los seguidores de Juan, (llamados Jonitas), se negaron a reconocer a sus sucesores en Antioquía hasta tanto no trajeran su cuerpo a la sede de la que había sido desterrado. En el año 438 lo consiguieron de Teodosio II, emperador del Oriente y su cuerpo fue trasladado a Constantinopla.

   2. Su figura y su obra

   Además de su brillante actividad predi­cadora, el Crisóstomo preparó una excelente producción literaria de la que hay que resaltar sus excelente "Homilías" y sus vivas y hermosas "Cartas".  Pero se conservan también libros tan sugestivos como "Del sacerdocio", Sobre la compunción", "Sobre la virginidad", "A una viuda joven", y una colección de "Consolaciones" de hermosa hechura y fina sensibilidad psicológica.
    Bastaría leer algunas de ellas "Que nadie se condena si no es por sí mismo", "A los que se escandalizan por las adversidades", etc. para adivinar el alma ardiente, humana y pastoral que late en sus reflexiones.
   En una de ellas, que lleva por título "Sobre el orgullo y la educación de los muchachos", sintetiza sus consignas pedagógicas y catequísticas, tan vivas y sensatas que bien pueden figurar en cualquier tratado moderno de educación.     (Ver Patrística)